EL TEATRO ESPAÑOL DESPUÉS DE LA GUERRA CIVIL
1- EL TEATRO DE LA DÉCADA DE LOS 40
1.2- Alta comedia: ¿De qué autor es heredero este teatro? ¿Qué temas trata? ¿Por qué crees que es un teatro que no ha pasado a la historia?
Este teatro es heredero del auto que estudiamos en el blog del teatro anterior a la Guerra Civil, Jacinto Benavente. Este teatro trata temas de la época sin importancia, en comparación con otros muchos temas que había que tratar. Estas obras al igual que las de Jacinto Benavente no han pasado a la historia por lo mismo que las de este autor. Porque de lo que habla constantemente es de la burguesía y las altas clases sociales y esto, hoy en día, a nosotros se nos queda muy atrasado, además de que desde el punto literario no aportan nada nuevo. Además, al igual que el teatro de Jacinto Benavente, es un teatro burgués, no tenían intención crítica, y si la había, era muy leve.
1.3- Teatro cómico renovador:
Miguel Mihura
Enrique Jardiel Poncela
1.3.1- ¿En qué se diferencia este teatro cómico del que se estaba haciendo hasta entonces? ¿Quiénes son sus principales representantes? ¿Qué tuvieron que hacer para que sus obras pudieran ser representadas?
En lo que se diferencia este teatro del teatro cómico tradicional es que, en este a diferencia del otro, no se buscaba la carcajada fácil, sino que buscan una nueva forma de ver el humor, desde un punto de vista más absurdo. Sus principales representantes son Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura. Dejar a un lado su ingenio para satisfacer lo que el público pedía.
1.3.2- Tres sombreros de copa
- Argumento
Dionisio, un joven de veintisiete años, va a casarse con Margarita, una señorita de veinticinco. La noche previa a la boda se hospeda en un hotel donde conoce a Paula de la que se siente especialmente atraído. La muchacha trabaja en un circo y al día siguiente debutará en el Nuevo Music-Hall. A lo largo de la obra, Dionisio descubre por medio de Paula una manera distinta de vivir, de entender el mundo y de alcanzar la felicidad; gracias a la joven descubre la posibilidad de una existencia más imaginativa y libre. Sin embargo, cuando en el momento culminante de la acción tiene que decidirse entre Paula y Margarita, Dionisio no se atreverá a cambiar de vida, y opta por vivir con la burguesía.
- ¿Cuándo escribió Miguel Mihura esta obra y cuándo la estrenó? ¿A qué se debió que tardara tanto en estrenarla?
Miguel Mihura escribió esta obra en 1932, pese a esto no consiguió estrenarla hasta 1952 debido a lo novedoso que era el humor, y porque creía que la gente de la época no lo entendería, por este motivo ningún empresario se arriesgó a invertir en esta obra. Cuando la estrenó tuvo un éxito inmediato y totalmente inesperado para el autor. A partir de esta obra, el autor puede vivir del teatro.
- Mihura establece una comparación entre dos mundos aparentemente opuestos: ¿cuáles son? ¿qué personajes pertenecen a uno y otro? ¿qué diferencias hay entre esos dos mundos? ¿qué semejanzas?
La comparación que establece Mihura entre dos mundos son entre el mundo serio y monótono que aparece representado por su mujer (Margarita), y una vida alocada y espontánea representada por Paula. Los dos mundos son diferentes en muchas cosas como en como actúan, en como se ganan la vida, etc. Pero son muy similares en que los dos entran en un circulo vicioso que es la monotonía.
- ¿Qué es el teatro del absurdo? ¿Con qué finalidad utiliza Mihura el absurdo?
El teatro absurdo es la representación de hechos sin sentido, que Mihura lo utiliza para representar lo absurda que es en ocasiones la vida.
- Lee estos textos y contesta las siguientes preguntas:
TEXTO 1
1- ¿Qué característica de la sociedad convencional critica Mihura a través de lo que dice Don Rosario?
Yo pienso que lo que puede criticar Mihura a través de lo que dice Don Rosario es que los españoles de la época se creían todo lo que les decían pese a que ellos no lo habían comprobado sin verlo con sus propios ojos.
DON ROSARIO. Es la mejor habitación, don Dionisio. Y la más sana. El balcón
da al mar. Y la vista es hermosa. (Yendo hacia el balcón.) Acérquese. Ahora no
se ve bien porque es de noche. Pero, sin embargo, mire usted allí las lucecitas
de las farolas del puerto. Hace un efecto muy lindo. Todo el mundo lo dice.
¿Las ve usted?
DIONISIO. No. No veo nada.
DON ROSARIO. Parece usted tonto, don Dionisio.
DIONISIO. ¿Por qué me dice usted eso, caramba?
DON ROSARIO. Porque no ve las lucecitas. Espérese. Voy a abrir el balcón.
Así las verá usted mejor.
DIONISIO. No. No, señor. Hace un frío enorme. Déjelo. (Mirando
nuevamente.) ¡Ah! Ahora me parece que veo algo. (Mirando a través de los
cristales.) ¿Son tres lucecitas que hay allá a lo lejos?
DON ROSARIO. Sí. ¡Eso! ¡Eso!
DIONISIO. ¡Es precioso! Una es roja, ¿verdad?
DON ROSARIO. No. Las tres son blancas. No hay ninguna roja.
DIONISIO. Pues yo creo que una de ellas es roja. La de la izquierda.
DON ROSARIO. No. No puede ser roja. Llevo quince años enseñándoles a
todos los huéspedes, desde este balcón, las lucecitas de las farolas del puerto,
y nadie me ha dicho nunca que hubiese ninguna roja.
DIONISIO. Pero ¿usted no las ve?
DON ROSARIO. No. Yo no las veo. Yo, a causa de mi vista débil, no las he
visto nunca. Esto me lo dejó dicho mi papá. Al morir mi papá me dijo: «Oye,
niño, ven. Desde el balcón de la alcoba rosa se ven tres lucecitas blancas del
puerto lejano. Enséñaselas a los huéspedes y se pondrán todos muy
contentos...» Y yo siempre se las enseño...
DIONISIO. Pues hay una roja, yo se lo aseguro.
DON ROSARIO. Entonces, desde mañana, les diré a mis huéspedes que se
ven tres lucecitas: dos blancas y una roja... Y se pondrán más contentos
todavía. ¿Verdad que es una vista encantadora? ¡Pues de día es aún más
linda!...
TEXTO 2
1-¿De qué intenta convencer Buby a Paula? ¿En qué motivos se basa?
2- Aunque Buby es, en teoría, un miembro del mundo bohemio del espectáculo, ¿crees que sus ideas y su actitud es bohemia o burguesa? ¿Por qué?
Sus ideas y su actitud es burguesa, intenta aprovecharse de los demás o hacer cualquier cosa por conseguir dinero. Los bohemios lo que hacían era alejarse de las convenciones sociales y este hace todo lo contrario. Por tanto, Buby es un burgués con un disfraz de bohemio. Con este personaje se puede ver que no hay que relacionar al mundo del espectáculo con el bohemio, porque no siempre es así. Los únicos bohemios de la obra son: Paula, Dionisio y el militar.
3- Según esto, ¿hay muchas diferencias entre el mundo burgués y el del espectáculo?
No, los dos mundos se mueven por dinero y los dos mundos (pese a que uno, el del espectáculo, en un principio debería ser mas libre y más bohemio) se mueven por el interés y los dos caen siempre en la misma rutina. Las únicas diferencias que hay entre ambos mundos es que los bohemios aparentan ser más libres (aunque no siempre es así) y no dan tanta importancia al dinero (aunque sí que se la dan, como vemos en este texto con Buby). Mientras que los burgueses se basan por los convencionalismos y las normas absurdas. Al final no hay bohemios, solo Paula, porque lo fácil es seguir las normas sociales.
(Pero BUBY se ha levantado y se interpone ante la puerta cerrando el paso
a PAULA. Ha cambiado completamente de expresión y habla a PAULA en tono
apremiante.)
BUBY. ¿Algo?
PAULA. (Disgustada.) ¡Oh, Buby...!
BUBY. (Más enérgico.) ¿Algo?
PAULA. Él es un compañero... ¡Él trabajará con nosotros...!
BUBY. ¿Y qué importa eso? ¡Ya lo sé! Pero los compañeros también a veces
tienen dinero... (En voz baja.) Y nosotros necesitamos el dinero esta misma
noche... Tú lo sabes... Debemos todo... ¡Es necesario ese dinero, Paula...! ¡Si
no, todo está perdido...!
PAULA. Pero él es un compañero... Ha sido una mala suerte... Debes
comprenderlo, Buby...
(Se sienta. Y BUBY también. Pequeña pausa.)
BUBY. Realmente ha sido una mala suerte que esta habitación estuviese
ocupada por un lindo compañero... Porque él es lindo, ¿verdad? (Siempre
irónico, burlón y sentimental.) Sí. Yo sé que es lindo... ¡Ha sido una mala
suerte!... No es nada fácil descorrer un pestillo por dentro y hacer una buena
escena para encontrarse con que dentro de la habitación no hay un buen
viajero gordo con papel en la cartera, sino un mal malabarista sin lastre en el
chalequito... Verdaderamente ha sido una mala suerte...
PAULA. Buby... Esto que hacemos no es del todo divertido...
BUBY. No. Francamente, no es del todo divertido, ¿verdad? ¡Pero qué
vamos a hacerle!... El negro Buby no sabe bailar bien... ¡Y vosotras bailáis
demasiado mal!... (En este momento, en la habitación de al lado, el CORO DE
VIEJOS EXTRAÑOS empieza a cantar, muy en plan de orfeón, «El relicario».
Unos segundos, solamente. Sobre las últimas voces, ya muy piano, sigue
hablando
hablando
BUBY.) Es difícil bailar, ¿no?... Duelen las piernas siempre y, al terminar, el
corazón se siente fatigado... Y, sin embargo, a alguna cosa se tienen que
dedicar las bonitas muchachas soñadoras cuando no quieren pasarse la vida en
el taller, o en la fábrica, o en el almacén de ropas. El teatro es lindo, ¿verdad?
¡Hay libertad para todo! Los padres se han quedado en la casita, allá lejos, con
su miseria y sus penas, con su puchero en el fuego... No hay que cuidar a los
hermanitos, que son muchos y que lloran siempre. ¡La máquina de coser se
quedó en aquel rincón! Pero bailar es difícil, ¿verdad, Paula?... Y los
empresarios no pagan con exceso a aquellos artistas que no gustan lo
suficiente... ¡El dinero nunca llega para nada!... ¡Y las muchachas lindas se
mueren de dolor cuando su sombrero se ha quedado cursi! ¡La muerte antes
que un sombrero cursi! ¡¡La muerte antes que un trajecito barato!! ¡¡¡Y la vida
entera por un abrigo de piel!!! (Dentro, el CORO DE VIEJOS EXTRAÑOS vuelve a
cantar algunos compases de «El relicario».) ¿Verdad, Paula? Sí. Paula ya sabe
de eso... Y es tan fácil que una muchacha bonita entre huyendo de su novio en
el cuarto de un señor que se dispone a dormir... ¡Es muy aburrido dormir solo
en el cuarto de un hotel! Y los gordos señores se compadecen siempre de las
muchachas que huyen de los negros y hasta, a veces, les suelen regalar
billetes de un bravo color cuando las muchachas son cariñosas... Y un beso no
tiene importancia... Ni dos, tampoco..., ¿verdad? Y después... ¡Ah, después, si
ellos se sienten defraudados, no es fácil que protesten!... ¡Los gordos
burgueses no quieren escándalos cuando saben además, que un negro es
amigo de la chica!... ¡Un negro con buenos puños que los golpearía si
intentasen propasarse!...
TEXTO 3
3- ¿Entiende que le rechace? ¿Por qué?
No, no entiende que le rechace ya que él piensa que por ser el hombre más rico del pueblo tiene derecho a estar con la mujer que se le plazca en cualquier momento.
(Entra por la izquierda EL ODIOSO SEÑOR.)
EL ODIOSO SEÑOR. ¡Hace demasiado calor en el otro cuarto! Todos están en
el otro cuarto... ¡Y han bebido tanto, que alborotan como perros...!
BUBY. (Muy amable. Muy dulce.) ¡Oh, señor! ¡Pero siéntese usted aquí!
(Junto a PAULA, en el sofá.) Aquí el aire es mucho más puro... Aquí el aire es
tan despejado que, de cuando en cuando, cruza un pajarillo cantando y las
mariposas van y vienen, posándose en las flores de las cortinas.
EL ODIOSO SEÑOR, (sentándose junto a PAULA.) ¿Por fin debutan ustedes
mañana?
PAULA. Sí. Mañana debutamos...
EL ODIOSO SEÑOR. Iré a verlos, para reírme un rato... Yo tengo abonado un
proscenio... Siempre lo tengo abonado y veo siempre a las chiquitas que
trabajan por aquí... Yo soy el señor más rico de toda la provincia...
BUBY. Ser rico... debe ser hermoso, ¿verdad...?
EL ODIOSO SEÑOR. (Orgulloso. Odioso.) Sí. Se pasa muy bien... Uno tiene
fincas... Y tiene estanques, con peces dentro... Uno come bien... Pollos, sobre
todo... Y langosta... Uno también bebe buenos vinos... Mis campos están llenos
de trigo...
PAULA. Pero ¿y por qué tiene usted tanto trigo en el campo?
EL ODIOSO SEÑOR. Algo hay que tener en el campo, señorita. Para eso están.
Y se suele tener trigo porque tenerlo en casa es muy molesto...
BUBY. Y, claro..., siendo tan rico..., ¡las mujeres le amarán siempre...!
EL ODIOSO SEÑOR. Sí. Ellas siempre me aman... Todas las chiquitas que han
pasado por este Music-Hall me han amado siempre... Yo soy el más rico de
toda la provincia... ¡Es natural que ellas me amen...!
BUBY. Es claro... Las pobres chicas aman siempre a los señores educados...
Ellas están tan tristes... Ellas necesitan el cariño de un hombre como usted...
Por ejemplo, Paula. La linda Paula se aburre... Ella, esta noche, no encuentra a
ningún buen amigo que le diga palabras agradables... Palabritas dulces de
enamorado... Ellas siempre están entre gente como nosotros, que no tenemos
campos y que viajamos constantemente, de un lado para otro, pasando por
todos los túneles de la Tierra.
EL ODIOSO SEÑOR. ¿Y es de pasar por tantos túneles de lo que se ha
quedado usted así de negro? ¡Ja, ja!
(Se ríe exageradamente de su gracia.)
BUBY. (Como fijándose de pronto en una mariposa imaginaria y como
queriéndola coger.) ¡Silencio! ¡Oh! ¡Una linda mariposa! ¡Qué bellos colores
tiene! ¡Silencio! ¡Ahora se va por allí...! (Por la puerta de la izquierda, en la
que él ya está preparando el mutis.) ¡Voy a cerrar la puerta, y dentro la
cogeré! ¡No quiero que se me escape! ¡Con su permiso, señor!
(BUBY se ha ido, dejando la puerta cerrada. El señor se acerca más a
PAULA. Hay una pequeña pausa, violenta, en la que el señor no sabe cómo
iniciar la conversación. De pronto.)
EL ODIOSO SEÑOR. ¿De qué color tiene usted las ligas, señorita?
PAULA. Azules.
EL ODIOSO SEÑOR. ¿Azul claro o azul oscuro?
PAULA. Azul oscuro.
EL ODIOSO SEÑOR. (Sacando un par de ligas de un bolsillo.) ¿Me permite
usted que le regale un par de azul claro? El elástico es del mejor.
(Las estira y se las da.)
PAULA. (Tomándolas.) Muchas gracias. ¿Para qué se ha molestado?
EL ODIOSO SEÑOR. No vale la pena. En casa tengo más...
PAULA. ¿Usted vive en esta población?
EL ODIOSO SEÑOR. Sí. Pero todos los años me voy a Niza.
PAULA. ¿Y se lleva usted el trigo o lo deja aquí?
EL ODIOSO SEÑOR. ¡Oh, no! El trigo lo dejo en el campo... Yo pago a unos
hombres para que me lo guarden y me voy tranquilo a Niza... ¡En coche-cama,
desde luego!
PAULA. ¿No tiene usted automóvil?
EL ODIOSO SEÑOR. Sí. Tengo tres... Pero a mí no me gustan los automóviles,
porque me molesta eso de que vayan siempre las ruedas dando vueltas... Es
monótono... (De pronto.) ¿Qué número usa usted de medias?
PAULA. El seis.
EL ODIOSO SEÑOR. (Saca de un bolsillo un par de medias, sin liar ni nada, y
se las regala.) ¡Seda pura! ¡Tire usted!
PAULA. No. No hace falta.
EL ODIOSO SEÑOR. Para que usted vea.
(Las coge y las estira. Tanto, que las medias se parten por la mitad.)
PAULA. ¡Oh, se han roto!
EL ODIOSO SEÑOR. No importa. Aquí llevo otro par.
(Tira las rotas al suelo. Saca otro par de un bolsillo y se las regala.)
PAULA. Muchas gracias.
EL ODIOSO SEÑOR. No vale la pena...
PAULA. ¿Entonces, todos los años se va usted a Niza?
EL ODIOSO SEÑOR. Todos los años, señorita... Allí tengo una finca, y lo paso
muy bien viendo ordeñar a las vacas. Tengo cien. ¿A usted le gustan las
vacas?
PAULA. Me gustan más los elefantes.
EL ODIOSO SEÑOR. Yo, en la India, tengo cuatrocientos... Por cierto que
ahora les he puesto trompa y todo. Me he gastado un dineral... (De pronto.)
Perdón, señorita; se me olvidaba ofrecerle un ramo de flores.
(Saca del bolsillo interior de la americana un ramo de flores y se lo
regala.)
PAULA. (Aceptándolo.) Encantada.
EL ODIOSO SEÑOR. No vale la pena... Son de trapo.. Ahora, que el trapo es
del mejor...
(Y se acerca a PAULA.)
PAULA. ¿Es usted casado?
EL ODIOSO SEÑOR. Sí. Claro. Todos los señores somos casados. Los
caballeros se casan siempre... Por cierto que mañana, precisamente, tengo
que asistir a una boda... Se casa la hija de un amigo de mi señora y no tengo
más remedio que ir...
PAULA. ¿Una boda por amor?
EL ODIOSO SEÑOR. Sí. Creo que los dos están muy enamorados. Yo iré a la
boda, pero en seguida me iré a Niza...
PAULA. ¡Cómo me gustaría a mí también ir a Niza!
EL ODIOSO SEÑOR. Mi finca de allá es hermosa. Tengo una gran piscina, en la
que me doy cinco o seis baños diarios... ¿Usted también se baña con
frecuencia, señorita?
PAULA. (Muy ingenua.) Sí. Pero claro está que no tanto como su tía de
usted...
EL ODIOSO SEÑOR. (Algo desconcertado.) ¡Claro! (Y saca del bolsillo una
bolsa de bombones.) ¿Unos bombones, señorita? Para usted la bolsa...
PAULA. (Aceptándolos.) Muchas gracias.
EL ODIOSO SEÑOR. Por Dios... ¿Y qué echa usted en el agua del baño?
PAULA. «Papillons de Printemps». ¡Es un perfume lindo!
EL ODIOSO SEÑOR. Yo echo focas. Estoy tan acostumbrado a bañarme en
Noruega, que no puedo habituarme a estar en el agua sin tener un par de
focas junto a mí. (Fijándose en PAULA, que no come bombones.) Pero ¿no toma
usted bombones? (Saca un bocadillo del bolsillo.) ¿Quiere usted este bocadillo
de jamón?
PAULA. No tengo apetito.
EL ODIOSO SEÑOR. (Sacando otro bocadillo de otro bolsillo.) ¿Es que lo
prefiere de caviar?
PAULA. No. De verdad. No quiero nada.
EL ODIOSO SEÑOR. (Volviendo a guardárselos.) Es una lástima. En fin,
señorita... Acercándose más a ella.) ¿Me permite que le dé un beso? Después
de esta conversación tan agradable, se ve que hemos nacido el uno para el
otro...
PAULA. (Desviándose.) No.
EL ODIOSO SEÑOR. (Extrañado.) ¿Aún no? (Y entonces de otro bolsillo, saca
una carraca.) Con su permiso, me voy a tomar la libertad de regalarle esto. No
vale nada, pero es entretenido...
PAULA. (Cogiendo la carraca y dejándola sobre el sofá.) Muchas gracias.
EL ODIOSO SEÑOR. Y ahora, ¿la puedo dar un beso?
PAULA. No.
EL ODIOSO SEÑOR. Pues lo siento mucho, pero no tengo más regalos en los
bolsillos... Ahora que, si quiere usted, puedo ir a mi casa por más...
PAULA. (Fingiendo mucha melancolía.) No. No se moleste.
EL ODIOSO SEÑOR. Parece que está usted triste... ¿Qué le pasa a usted?
PAULA. Sí. Estoy triste. Estoy horriblemente triste...
EL ODIOSO SEÑOR. ¿Acaso he cometido alguna incorrección, señorita?
PAULA. No. Estoy muy triste porque me pasa una cosa tremenda... ¡Soy
muy desgraciada!
EL ODIOSO SEÑOR. Todo tiene arreglo en la vida, nenita...
PAULA. No. Esto no tiene arreglo. ¡No puede tener arreglo!
EL ODIOSO SEÑOR. ¿Es que se le han roto a usted algunos zapatos?
PAULA. Me ha pasado otra cosa más terrible. ¡Soy muy desgraciada!
EL ODIOSO SEÑOR. Vamos, señorita. Cuénteme lo que le sucede...
PAULA. Figúrese usted que nosotros hemos llegado aquí esta tarde, de
viaje... Y yo llevaba una cartera y dentro llevaba unos cuantos ahorros... Unos
cuantos billetes... Y ha debido ser en el tren... Sin duda, mientras dormía... El
caso es que, al despertar, no encontré la cartera por ninguna parte... Figúrese
usted mi disgusto... Ese dinero me hacía falta para comprarme un abrigo... Y
ahora todo lo he perdido. ¡Soy muy desgraciada!
EL ODIOSO SEÑOR. (Ya en guardia.) Vaya, vaya... ¿Y dice usted que la perdió
en el tren?
PAULA. Sí. En el tren.
EL ODIOSO SEÑOR. ¿Y miró usted bien por el departamento?
PAULA. Sí. Y por los pasillos.
EL ODIOSO SEÑOR. ¿Miró también en la locomotora?
PAULA. Sí. También miré en la locomotora... (Pausa.)
EL ODIOSO SEÑOR. ¿Y cuánto dinero llevaba usted en la cartera?
PAULA. Cuatro billetes.
EL ODIOSO SEÑOR. ¿Pequeños?
PAULA. Medianos.
EL ODIOSO SEÑOR. ¡Vaya! ¡Vaya! ¡Cuatro billetes!
PAULA. ¡Estoy muy disgustada, caballero...!
EL ODIOSO SEÑOR. (Ya dispuesto a todo.) ¿Y dice usted que son cuatro
billetes?
PAULA. Sí. Cuatro billetes.
EL ODIOSO SEÑOR. (Sonriendo pícaro.) Uno va todos los años a Niza y
conoce estas cosas, señorita... ¡Claro que si usted fuese cariñosa!... Aunque
hay que tener en cuenta que ya le he hecho varios regalos...
PAULA. No entiendo lo que quiere usted decir... Habla usted de una
forma...
EL ODIOSO SEÑOR. (Sacando un billete de la cartera, y muy tunante.) ¿Para
quién va a ser este billetito?
PAULA. No se moleste, caballero... Es posible que aún la encuentre...
EL ODIOSO SEÑOR. (Colocándole el billete en la mano.) Tómelo. Si la
encuentra ya me lo devolverá... Y ahora.... ¿Me permite usted que le dé un
beso?
PAULA. (Apartándose aún.) ¡Tengo un disgusto tan grande! Porque figúrese
que no es un billete solamente... Son cuatro...
EL ODIOSO SEÑOR. (Sacando nuevamente la cartera y de ella otros tres
billetes.) Vaya, vaya... (Muy mimoso.) ¿Para quién van a ser estos billetitos?
PAULA. (Tomándolos, y ya cariñosa.) ¡Qué simpático es usted! (Y él le da
un beso. Después se levanta y echa los pestillos de las puertas. PAULA se pone
en guardia.) ¿Qué ha hecho usted?
EL ODIOSO SEÑOR. He cerrado las puertas...
PAULA. (Levantándose.) ¿Para qué?
EL ODIOSO SEÑOR. Para que no puedan entrar ni los pájaros ni las
mariposas... (Va hacia ella y la abraza. Ya ha perdido toda su falsa educación.
Ya quiere cobrarse su dinero lo antes posible.) ¡Eres muy bonita!
PAULA. (Enfadada.) ¡Abra usted las puertas!
EL ODIOSO SEÑOR. Luego abriremos las puertas, ¿verdad? ¡Siempre hay
tiempo para abrir las puertas!...
PAULA. (Ya indignada e intentando zafarse de los brazos de EL ODIOSO
SEÑOR.) ¡Déjeme usted! ¡Usted no tiene derecho a esto! ¡Abra usted las
puertas!
EL ODIOSO SEÑOR. Yo no gasto mi dinero en balde, nenita...
PAULA. (Furiosa.) ¡Yo no le he pedido a usted ese dinero! ¡Usted me lo ha
dado! ¡Déjeme usted! ¡Fuera de aquí! ¡Largo! ¡Voy a gritar!
EL ODIOSO SEÑOR. Le he dado a usted cuatro billetes... Usted tiene que ser
buena conmigo... Eres demasiado bonita para que te deje...
PAULA. ¡Yo no se los he pedido! ¡Déjeme ya! (Gritando.) ¡Buby! ¡Buby!
(El señor, brutote, brutote, insiste en abrazarla. Pero BUBY ha abierto la
puerta de la izquierda y contempla la escena, frío, frío. El señor le ve y,
sudoroso, descompuesto, fuera de sí, se dirige amenazador a PAULA.)
EL ODIOSO SEÑOR. ¡Devuélvame ese dinero! ¡Pronto! ¡Devuélvame ese
dinero! ¡Canallas!
PAULA. (Tirándole el dinero, que el señor recoge.) ¡Ahí va su dinero!
EL ODIOSO SEÑOR. ¡Devuélvame las medias!
PAULA. (Tirándole las medias.) ¡Ahí van sus medias!
EL ODIOSO SEÑOR. ¡Devuélvame las flores!
PAULA. (Tirándoselas.) ¡Ahí van las flores!
EL ODIOSO SEÑOR. ¡Canallas! ¿Qué os habíais creído? (Va acercándose a la
puerta del foro y la abre.) ¿Pensabais engañarme entre los dos? ¡A mí! ¡A mí!
¡Canallas!
(Y hace mutis.)
TEXTO 4
1- ¿Por qué Paula está en contra del matrimonio: qué valores representa para ella el matrimonio?
Paula está en contra del matrimonio porque para ella es todo lo contrario a lo que es ella, una bohemia. Para ella el matrimonio representa los valores de la monotonía.
2- ¿Cuáles son las verdaderas aspiraciones de Paula en la vida? ¿A diferencia de Buby, es ella una auténtica bohemia? ¿Por qué?
Las verdaderas aspiraciones de Paula en la vida es ser feliz y disfrutar de la vida. Sí ella es una autentica bohemia porque no sigue las pautas marcadas por la sociedad, a diferencia de Buby esta no busca constantemente el dinero y otros bienes materiales porque le resultan irrelevantes. En este texto, Paula ve en Dionisio a otro bohemio.
Pausa. DIONISIO, al oír la palabra «mañana», pierde de pronto su alegría y
su entusiasmo por los juegos junto al mar.)
DIONISIO. ¿Mañana...?
PAULA. ¡Mañana!
DIONISIO. No.
PAULA. ¿Por qué?
DIONISIO. Porque no puedo.
PAULA. ¿Tienes que ensayar?
DIONISIO. No.
PAULA. Entonces, entonces, ¿qué tienes que hacer?
DIONISIO. Tengo... que hacer.
PAULA. ¡Lo dejas para otro día! ¡Hay muchos días! ¡Qué más da! ¿Es muy
importante lo que tienes que hacer...?
DIONISIO. Sí.
PAULA. ¿Negocio?
DIONISIO. Negocio.
(Pausa.)
PAULA. (De pronto.) Novia no tendrás tú, ¿verdad...?
DIONISIO. No; novia, no.
PAULA. ¡No debes tener novia! ¿Para qué quieres tener novia? Es mejor que
tengas sólo una amiga buena, como yo... Se pasa mejor... Yo no quiero tener
novio... porque yo no me quiero casar. ¡Casarse es ridículo! ¡Tan tiesos! ¡Tan
pálidos! ¡Tan bobos! Qué risa, ¿verdad...? ¿Tú piensas casarte alguna vez?
DIONISIO. Regular.
PAULA. No te cases nunca... Estás mejor así... Así estás más guapo... Si tú
te casas, serás desgraciado... Y engordarás bajo la pantalla del comedor... Y,
además, ya nosotros no podremos ser amigos más... ¡Mañana iremos a la
playa a comer cangrejos! Y pasado mañana tú te levantarás temprano y yo
también... Nos citaremos abajo y nos iremos en seguida al puerto y
alquilaremos una barca... ¡Una barca sin barquero! Y nos llevamos el bañador
y nos bañamos lejos de la playa, donde no se haga pie... ¿Tú sabes nadar...?
DIONISIO. Sí. Nado muy bien...
PAULA. Más nado yo. Yo resisto mucho. Ya lo verás...
DIONISIO. Yo sé hacer el muerto y bucear...
PAULA. Yo hago la carpa... y, desde el trampolín, sé hacer el ángel...
DIONISIO. Y yo cojo del fondo diez céntimos con la boca...
PAULA. ¡Oh! ¡Qué bien! ¡Qué gran día mañana! ¡Y pasado! ¡Ya verás,
Dionisio, ya verás! ¡Nos tostaremos al sol!
TEXTO 5
Este texto es un fragmento importantísimo de la obra ya que contrapone las ideas de los dos mundos y (aunque las exagera) dice muchas de las cosas absurdas que hacen los burgueses.
Este texto es un fragmento importantísimo de la obra ya que contrapone las ideas de los dos mundos y (aunque las exagera) dice muchas de las cosas absurdas que hacen los burgueses.
1- ¿A qué grupo social representa don Sacramento?
Claramente el grupo social al que representa don Sacramento es a la burguesía. Este es contrario a todas las ideas bohemias o cosas que se salgan de los límites establecidos por la sociedad. Él, al igual que pasaba con don Rosario sigue las cosas que le dicen ciegamente sin pensar en ello. Esto lo vemos aquí:
"¡Usted no podrá salir por las noches a pasear bajo la
lluvia! Usted, además, tendrá que levantarse a las seis y cuarto para
desayunar a las seis y media un huevo frito con pan...
DIONISIO. A mí no me gustan los huevos fritos...
DON SACRAMENTO. ¡A las personas honorables les tienen que gustar los
huevos fritos, señor mío! Toda mi familia ha tomado siempre huevos fritos
para desayunar... Sólo los bohemios toman café con leche y pan con manteca."
Aquí como ya he dicho se ve una serie de cosas absurdas que marca la sociedad y que hay que seguir a rajatabla porque sino se te tacha de bohemio.
2- Haz un listado de todas las cosas que, según don Sacramento, se pueden y no se pueden hacer para no ser un bohemioAquí como ya he dicho se ve una serie de cosas absurdas que marca la sociedad y que hay que seguir a rajatabla porque sino se te tacha de bohemio.
Todas las cosas que no se pueden hacer para no ser un bohemio son:
-Salir a pasear bajo la lluvia
-No llevar ruedas de patatas en los bolsillos
-No llevar tafetán para las heridas
-No poner cuadros en las paredes
-No poner cuadros con la foto de su abuelo con el uniforme de trabajo
-No tener una foto de la primera comunión
-No despertarse a las 6:15
-No desayunar a las 6:30
-No desayunar huevos
-No tomar pan con manteca
-No hablar con centenarios
Con estas cosas que dice y hace (cosas como las de jugar con la carraca), se ve que Don Sacramento, al igual que Paula, es otro niño, pero a diferencia de esta, él lo es por haber vivido demasiado poco.3- ¿Qué critica Mihura a través de las absurdas imposiciones de don Sacramento?
Como he dicho en el primer ejercicio lo que critica a través de esto es que la gente no podía salirse de los límites sociales si no quería ser tachado de bohemio. Y que la gente seguía estas cosas sin pararse a pensar el por qué de esto.
La misma decoración. Continúa la acción del segundo acto, un minuto
después en que éste quedó interrumpido.
(DIONISIO acaba de ocultar el cuerpo de PAULA tras de la cama y el biombo,
mientras sigue llamando DON SACRAMENTO. DIONISIO, una vez asegurado que
PAULA está bien oculta, va a abrir.)
DON SACRAMENTO. (Dentro.) ¡Dionisio! ¡Dionisio! ¡Abra! ¡Soy yo! ¡Soy don
Sacramento! ¡Soy don Sacramento! ¡Soy don Sacramento!...
DIONISIO. Sí... Ya voy... (Abre. Entra DON SACRAMENTO, con levita, sombrero
de copa y un paraguas.) ¡Don Sacramento!
DON SACRAMENTO. ¡Caballero! ¡Mi niña está triste! Mi niña, cien veces llamó
por teléfono, sin que usted contestase a sus llamadas. La niña está triste y la
niña llora. La niña pensó que usted se había muerto. La niña está pálida... ¿Por
qué martiriza usted a mi pobre niña?...
DIONISIO. Yo salí a la calle, don Sacramento... Me dolía la cabeza... No
podía dormir... Salí a pasear bajo la lluvia. Y en la misma calle, di dos o tres
vueltas... Por eso yo no oí que ella me llamaba... ¡Pobre Margarita!... ¡Cómo
habrá sufrido!
DON SACRAMENTO. La niña está triste. La niña está triste y la niña llora. La
niña está pálida. ¿Por qué martiriza usted a mi pobre niña?...
DIONISIO. Don Sacramento... Ya se lo he dicho... Yo salí a la calle... No
podía dormir.
DON SACRAMENTO. La niña se desmayó en el sofá malva de la sala rosa...
¡Ella creyó que usted se había muerto! ¿Por qué salió usted a la calle a pasear
bajo la lluvia?...
DIONISIO. Me dolía la cabeza, don Sacramento...
DON SACRAMENTO. ¡Las personas decentes no salen por la noche a pasear
bajo la lluvia...! ¡Usted es un bohemio, caballero!
DIONISIO. No, señor.
DON SACRAMENTO. ¡Sí! ¡Usted es un bohemio, caballero! ¡Sólo los bohemios
salen a pasear de noche por las calles!
DIONISIO. ¡Pero es que me dolía mucho la cabeza!
DON SACRAMENTO. Usted debió ponerse dos ruedas de patata en las sienes...
DIONISIO. Yo no tenía patatas...
DON SACRAMENTO. Las personas decentes deben llevar siempre patatas en
los bolsillos, caballero... Y también deben llevar tafetán para las heridas...
Juraría que usted no lleva tafetán...
DIONISIO. No, señor.
DON SACRAMENTO. ¿Lo está usted viendo? ¡Usted es un bohemio,
caballero!... Cuando usted se case con la niña, usted no podrá ser tan
desordenado en el vivir. ¿Por qué está así este cuarto? ¿Por qué hay lana de
colchón en el suelo? ¿Por qué hay papeles? ¿Por qué hay latas de sardinas
vacías? (Cogiendo la carraca que estaba en el sofá.) ¿Qué hace aquí esta
carraca?
(Y se queda con ella, distraído, en la mano. Y, de cuando en cuando, la
hará sonar mientras habla.)
DIONISIO. Los cuartos de los hoteles modestos son así... Y éste es un
hotel modesto... ¡Usted lo comprenderá, don Sacramento!...
DON SACRAMENTO. Yo no comprendo nada. Yo no he estado nunca en ningún
hotel. En los hoteles sólo están los grandes estafadores europeos y las
vampiresas internacionales. Las personas decentes están en sus casas y
reciben a sus visitas en el gabinete azul, en donde hay muebles dorados y
antiguos retratos de familia... ¿Por qué no ha puesto usted en este cuarto los
retratos de su familia, caballero?
DIONISIO. Yo sólo pienso estar aquí esta noche...
DON SACRAMENTO. ¡No importa, caballero! Usted debió poner cuadros en las
paredes. Sólo los asesinos o los monederos falsos son los que no tienen
cuadros en las paredes... Usted debió poner el retrato de su abuelo con el
uniforme de maestrante...
DIONISIO. Él no era maestrante... El era tenedor de libros...
DON SACRAMENTO. ¡Pues con el uniforme de tenedor de libros! ¡Las personas
honradas se tienen que retratar de uniforme, sean tenedores de libros o sean
lo que sean! ¡Usted debió poner también el retrato de un niño en traje de
primera comunión!
DIONISIO. Pero ¿qué niño iba a poner?
DON SACRAMENTO. ¡Eso no importa! ¡Da lo mismo! Un niño. ¡Un niño
cualquiera! ¡Hay muchos niños! ¡El mundo está lleno de niños de primera
comunión!... Y también debió usted poner cromos... ¿Por qué no ha puesto
usted cromos? ¡Los cromos son preciosos! ¡En todas las casas hay cromos!
«Romeo y Julieta hablando por el balcón de su jardín», «Jesús orando en el
Huerto de los Olivos», «Napoleón Bonaparte, en su destierro de la isla de
Santa Elena»... (En otro tono, con admiración.) Qué gran hombre Napoleón,
¿verdad?
DIONISIO. Sí. Era muy belicoso... ¿Era ese que llevaba siempre así la
mano?
(Se mete la mano en el pecho.)
DON SACRAMENTO. (Imitando la postura.) Efectivamente, llevaba siempre así
la mano...
DIONISIO. Debía de ser muy difícil!, ¿verdad?
DON SACRAMENTO. (Con los ojos en blanco.) ¡Sólo un hombre como él podía
llevar siempre así la mano!...
DIONISIO. (Poniéndose la otra mano en la espalda.) Y la otra la llevaba
así...
DON SACRAMENTO. (Haciendo lo mismo.) Efectivamente, así la llevaba.
DIONISIO. ¡Qué hombre!
DON SACRAMENTO. ¡Napoleón Bonaparte!... (Pausa admirativa, haciendo los
dos de Napoleón. Después, DON SACRAMENTO sigue hablando en el mismo tono
anterior.) Usted tendrá que ser ordenado... ¡Usted vivirá en mi casa, y mi casa
es una casa honrada! ¡Usted no podrá salir por las noches a pasear bajo la
lluvia! Usted, además, tendrá que levantarse a las seis y cuarto para
desayunar a las seis y media un huevo frito con pan...
DIONISIO. A mí no me gustan los huevos fritos...
DON SACRAMENTO. ¡A las personas honorables les tienen que gustar los
huevos fritos, señor mío! Toda mi familia ha tomado siempre huevos fritos
para desayunar... Sólo los bohemios toman café con leche y pan con manteca.
DIONISIO. Pero es que a mí me gustan más pasados por agua... ¿No me los
podían ustedes hacer a mí pasados por agua...?
DON SACRAMENTO. No sé. No sé. Eso lo tendremos que consultar con mi
señora. Si ella lo permite, yo no pondré inconveniente alguno. ¡Pero le advierto
a usted que mi señora no tolera caprichos con la comida!...
DIONISIO. (Ya casi llorando.) ¡Pero yo qué le voy a hacer si me gustan más
pasados por agua, hombre!
DON SACRAMENTO. Nada de cines, ¿eh?... Nada de teatros. Nada de
bohemia... A las siete, la cena... Y después de la cena, los jueves y los
domingos, haremos una pequeña juerga. (Picaresco.) Porque también el
espíritu necesita expansionarse, ¡qué diablo! (En este momento se le
descompone la carraca, que estaba tocando. Y se queda muy preocupado.)¡Se
ha descompuesto!...
DIONISIO. (Como en el acto anterior Paula, él la coge y se la arregla.) Es
así.
(Y se la vuelve a dar a DON SACRAMENTO que, muy contento, la toca de
cuando en cuando.)
DON SACRAMENTO. La niña los domingos, tocará el piano, Dionisio... Tocará
el piano, y quizá, quizá, si estamos en vena, quizá recibamos alguna visita...
Personas honradas, desde luego... Por ejemplo, haré que vaya el señor
Smith... Usted se hará en seguida amigo suyo y pasará charlando con él muy
buenos ratos... El señor Smith es una persona muy conocida... Su retrato ha
aparecido en todos los periódicos del mundo... ¡Es el centenario más famoso
de la población! Acaba de cumplir ciento veinte años y aún conserva cinco
dientes... ¡Usted se pasará hablando con él toda la noche!... Y también irá su
señora...
DIONISIO. ¿Y cuántos dientes tiene su señora?
DON SACRAMENTO. ¡Oh, ella no tiene ninguno! Los perdió todos cuando se
cayó por aquella escalera y quedó paralítica para toda su vida, sin poderse
levantar de su sillón de ruedas... ¡Usted pasará grandes ratos charlando con
este matrimonio encantador!
DIONISIO. Pero ¿y si se me mueren cuando estoy hablando con ellos? ¿Qué
hago yo, Dios mío?
DON SACRAMENTO. ¡Los centenarios no se mueren nunca! ¡Entonces no
tendrían ningún mérito, caballero!... (Pausa. DON SACRAMENTO hace un gesto, de
olfatear.) Pero... ¿a qué huele en este cuarto?... Desde que estoy aquí noto yo
un olor extraño... Es un raro olor... ¡Y no es nada agradable este olor!...
DIONISIO. Se habrán dejado abierta la puerta de la cocina...
DON SACRAMENTO. (Siempre olfateando.) No. No es eso... Es como si un
cuerpo humano se estuviese descomponiendo...
DIONISIO. (Aterrado. Aparte.) ¡Dios mío! ¡Ella se ha muerto!...
DON SACRAMENTO. ¿Qué olor es éste, caballero? ¡En este cuarto hay un
cadáver! ¿Por qué tiene usted cadáveres en su cuarto? ¿Es que los bohemios
tienen cadáveres en su habitación?...
DIONISIO. En los hoteles modestos siempre hay cadáveres...
DON SACRAMENTO. (Buscando.) ¡Es por aquí! Por aquí debajo. (Levanta la
colcha de la cama y descubre los conejos que tiró EL CAZADOR. Los coge.) ¡Oh,
aquí está! ¡Dos conejos muertos! ¡Es esto lo que olía de este modo!... ¿Por qué
tiene usted dos conejos debajo de su cama? En mi casa no podrá usted tener
conejos en su habitación... Tampoco podrá usted tener gallinas... ¡Todo lo
estropean!...
DIONISIO. Estos no son conejos. Son ratones...
DON SACRAMENTO. ¿Son ratones?
DIONISIO. Sí, señor. Son ratones. Aquí hay muchos...
DON SACRAMENTO. Yo nunca he visto unos ratones tan grandes...
DIONISIO. Es que como éste es un hotel pobre, los ratones son así... En los
hoteles más lujosos, los ratones son mucho más pequeños... Pasa igual que
con las barritas de Viena...
DON SACRAMENTO. ¿Y los ha matado usted?
DIONISIO. Sí. Los he matado yo con una escopeta. El dueño le da a cada
huésped una escopeta para que mate los ratones...
DON SACRAMENTO. (Mirando una etiqueta del conejo.) Y estos números que
tienen al cuello, que significan? Aquí pone 3,50...
DIONISIO. No es 3,50. Es 350. Como hay tantos, el dueño los tiene
numerados, para organizar concursos. Y al huésped que, por ejemplo, mate el
número 14, le regala un mantón de Manila o una plancha eléctrica...
DON SACRAMENTO. ¡Qué lástima que no le haya a usted tocado el mantón!
¡Podríamos ir a la verbena!... ¿Y qué piensa usted hacer con estos ratones?...
DIONISIO. No lo he pensado todavía... Si quiere usted se los regalo...
DON SACRAMENTO. ¿A usted no le hacen falta?
DIONISIO. No. Yo ya tengo muchos. Se los envolveré en un papel.
(Coge un papel que hay en cualquier parte y se los envuelve. Después se
los da.)
DON SACRAMENTO. Muchas gracias, Dionisio. Yo se los llevaré a mis
sobrinitos para que jueguen... ¡Ellos recibirán una gran alegría!... Y ahora,
adiós, Dionisio. Voy a consolar a la niña, que aún estará desmayada en el sofá
malva de la sala rosa... (Mira el reloj.) Son las seis cuarenta y tres. Dentro de
un rato, el coche vendrá a buscarle para ir a la iglesia. Esté preparado... ¡Qué
emoción! ¡Dentro de unas horas usted será esposo de mi Margarita!...
DIONISIO. Pero ¿le dirá usted a su señora que a mí me gustan más los
huevos pasados por agua?
DON SACRAMENTO. Sí. Se lo diré. Pero no me entretenga. ¡Oh, Dionisio! Ya
estoy deseando llegar a casa para regalarles esto a mis sobrinitos... ¡Cómo van
a llorar de alegría los pobres pequeños niños!
DIONISIO. ¿Y también les va usted a regalar la carraca?
DON SACRAMENTO. ¡Oh, no! ¡La carraca es para mí!
(Y se va por la puerta del foro. PAULA asoma la cabeza por detrás de la
cama y mira a DIONISIO tristemente. DIONISIO, que ha ido a cerrar la puerta,
al volverse, la ve.)
TEXTO 6
1- ¿De qué se ha dado cuenta Dionisio esa noche?
Dionisio se ha dado cuenta de que él no quiere casarse. Él lo iba a hacer porque es lo que hacen todas las personas normales, y como él dice, hay que hacerlo a los 27 años porque es lo que marca la sociedad. Pero ahora se ha dado cuenta de lo que realmente simboliza el matrimonio y ha abierto los ojos y por un momento ha hecho lo que nunca nadie hace, plantearse el por qué de esas pautas. Si nos fijamos Mihura nunca hace un drama, siempre que las cosas se están poniendo tristes dice o hace algo absurdo para quitarle importancia.
2- ¿Qué diferencias hay entre Paula y Margarita?
Muchas, Paula representa todo lo contrario que Margarita. Margarita representa el mundo burgués que sigue las pautas sociales sin plantearse el porque y se dedica a vivir una vida basada en las apariencias, mientras que Paula representa el mundo bohemio que no sigue ninguna pauta social y que le da igual las apariencias que de al resto de gente porque lo único que busca es ser feliz.
3- ¿Qué crees que puede simbolizar el hecho de que finalmente Dionisio renuncie a sus sueños y termine casándose con Margarita?
Yo creo que simboliza que rompe los canones que marca la sociedad, que deja a un lado las apariencias y todo el "mundillo" en el que ha vivido de pequeño para pasar al mundo de la bohemia.
4- ¿Qué crees que puede simbolizar el título de la obra? (recuerda el uso que se hace de los sombreros a lo largo de la obra)
Yo creo que lo que hace el autor con estos sombreros es una metáfora, ya que cuando Dionisio hace malabares, estos siempre terminan en el suelo. Que estos terminen en el suele puede ser que pasa al igual que con sus sentimientos o ilusiones, que se ven pisoteados. Además de esto también puede ser la unión entre dos mundos ya que un sombrero que usas para casarte puede servir para hacer malabares, y un sombrero que sirve para hacer malabares (como el que le regala Paula) puede servir para casarte. El final de la obra es un final cerrado en el que triunfan los convencionalismos.
(Y se va por la puerta del foro. PAULA asoma la cabeza por detrás de la
cama y mira a DIONISIO tristemente. DIONISIO, que ha ido a cerrar la puerta,
al volverse, la ve.)
PAULA. ¡Oh! ¿Por qué me ocultaste esto? ¡Te casas, Dionisio!...
DIONISIO. (Bajando la cabeza.) Sí...
PAULA. No eras ni siquiera un malabarista...
DIONISIO. No.
PAULA. (Se levanta. Va hacia la puerta de la izquierda.) Entonces yo debo
irme a mi habitación...
DIONISIO. (Deteniéndola.) Pero tú estabas herida... ¿Qué te hizo Buby?
PAULA. Fue un golpe nada más... Me dejó K.O. ¡Debí de perder el
conocimiento unos momentos. Es muy bruto Buby... Me puede siempre...
(Después.) ¡Te casas, Dionisio!...
DIONISIO. Sí.
PAULA. (Intentando nuevamente irse.) Yo me voy a mi habitación...
DIONISIO. No.
PAULA. ¿Por qué?
DIONISIO. Porque esta habitación es más bonita. Desde el balcón se ve el
puerto...
PAULA. ¡Te casas, Dionisio!
DIONISIO. Sí. Me caso, pero poco...
PAULA. ¿Por qué no me lo dijiste...?
DIONISIO. No sé. Tenía el presentimiento de que casarse era ridículo...
¡Que no me debía casar...! Ahora veo que no estaba equivocado... Pero yo me
casaba, porque yo me he pasado la vida metido en un pueblo pequeñito y
triste y pensaba que para estar alegre había que casarse con la primera
muchacha que, al mirarnos, le palpitase el pecho de ternura... Yo adoraba a mi
novia... Pero ahora veo que en mi novia no está la alegría que yo buscaba... A
mi novia tampoco le gusta ir a comer cangrejos frente al mar, ni ella se
divierte haciendo volcanes en la arena... Y ella no sabe nadar... Ella, en el
agua, da gritos ridículos... Hace así: «¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!» Y ella sólo ama cantar
junto al piano El pescador de perlas. Y El pescador de perlas es horroroso,
Paula. Ella tiene voz de querubín, y hace así: (Canta.) Tralaralá... piri, piri, piri,
piri... Y yo no había caído en que las voces de querubín están llenas de
vanidad y que, en cambio, hay discos de gramófono que se titulan «Ámame en
diciembre lo mismo que me amas en mayo», y que nos llenan el espíritu de
sencillez y de ganas de dar saltos mortales... Yo no sabía tampoco que había
mujeres como tú, que al hablarnos no les palpita el corazón, pero les palpitan
los labios en un constante sonreír... Yo no sabía nada de nada. Yo sólo sabía
pasear silbando junto al quiosco de la música... Yo me casaba porque todos se
casan siempre a los veintisiete años... Pero ya no me caso, Paula... ¡Yo no
puedo tomar huevos fritos a las seis y media de la mañana...!
PAULA. (Ya sentada en el sofá.) Ya te ha dicho ese señor del bigote que los
harán pasados por agua...
DIONISIO. ¡Es que a mí no me gustan tampoco pasados por agua! ¡A mí
sólo me gusta el café con leche, con pan y manteca! ¡Yo soy un terrible
bohemio! Y lo más gracioso es que yo no lo he sabido hasta esta noche que
viniste tú... y que vino el negro..., y que vino la mujer barbuda... Pero yo no
me caso, Paula. Yo me marcharé contigo y aprenderé a hacer juegos
malabares con tres sombreros de copa...
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